viernes, 19 de febrero de 2010

UNA DE ROMANOS

Siglo I antes de nuestra era. Año 78 a.C. Idus de Diciembre (el día 15), Hispania Ulterior, futura provincia de Lusitania. El proconsul romano Quinto Cecilio Metelo avanza dirección noroeste desde el campamento de Castra Cecilia ubicado en un promontorio de rollos graníticos a unas cuantas millas al noroeste de la prefectura de Turgalium (la actual Trujillo). A la hora prima (con el alba) una espesa niebla cubre el Tagus (río Tajo) y se prolonga y esparce en toda su cuenca hasta el vado de Alconetar en la confluencia del río Almonte con el Tajo. El proconsul Cecilio Metelo piensa rápidamente en la necesidad de construir un puente que permita avanzar con más rapidez-fluidez y seguridad a la legión que dirige; la Duodécima Alaudae.
El angosto camino por el que serpentea la Duodécima es propicio, por su espesura de encinas, robles y alcornoques para una emboscada, en las cuales son muy expertos los vetones gracias a su innato y ancestral conocimiento del terreno.
Con un contingente total de nueve mil quinientos legionarios, trescientos cincuenta jinetes de tropas auxiliares, más un pequeño grupo de celtíberos provenientes de Numancia... Éstos guerreros celtíberos-numantinos formaban un cuerpo de élite al servicio de Roma... Estaban unidos a Metelo a través de la "fides": pacto de sangre mediante el cual los indígenas hispanos, se comprometían a vengar la muerte del proconsul, como único objetivo en sus vidas, en caso de que Éste fuera asesinado ó capitulado a consecuencia de una conspiración de poder...
Metelo con todo su contingente se dirige por la vereda que hace muchos miles de años fué desfiladero de las grandes manadas de bisontes, toros, elefantes, leones, tigres sable, lobos, linces, ciervos, osos...
Le acompaña un guía indígena, de Interamnia (¿Moraleja?); un espacio con identidad propia heredada en el tiempo, ubicado según el antiguo patrón de asentamiento indígena en la confluencia de la Rivera de Gata con el río Árrago. Su nombre es Manlio Longinus, un vetón ilustrado convencido de la necesidad de establecer un nuevo orden político administrativo que termine de una vez con las sangrientas incursiones de los celtas galaicos, que arrasan sus rebaños de cabras y cerdos. Queman sus zahurdas y zahurdones, sus campos de trigo...Queman vivos y en masa a los prisioneros junto con los

caballos, como voto para agradecer a sus dioses la victoria conseguida.
Manlio les conduce hacia un castellum cercano al río Ribera de Gata, rebasando Caurium 9,5 millas dirección noroeste. En esa misma esplanada (actual casco urbano de Moraleja) una guarnición romana de reconocimiento, hace una semana, sufrió un ataque sorpresa a manos de caballería vetona postrando hachas de combate, falcatas y lanzas ligeras, que descendió, liderada por otro Interamniense llamado Tanciro Severinus por las laderas próximas del monte sagrado Salamati (actual pico Jálama-1.492 mts), habitado y custodiado por la Diosa vetona que lleva su nombre, deidad creadora de vida, relacionada con el agua y la magna mater nutricia (madre naturaleza)...
Contrario a las ideas del invasor, Tanciro prefire seguir dedicando votos a Arentius en vez de a Júpiter...
Cecilio Metelo por fin llega con los exploradores ansioso por contemplar de cerca el mítico y famoso monte Salamati. Lugar dónde se cocía como caldo de cultivo una revuelta pactada por vetones y lusitanos procedentes de la parte más septentrional de la península ibérica. Metelo ordenó a sus centuriones que mandarán disponer un campamento militar con fosos en torno a la tienda del proconsul antes del ocaso. En las mismas vegas del Árrago, a dos millas de la sometida Interamnia. Entre tanto se retiró cobijado y envuelto en una piel seca de toro a un pequeño cerro. Mientras advertía como la niebla comenzaba a teñir poco a poco el misterioso Salamati, pensó que en su amada Roma estarían preparando las fiestas del trigo y la entrada del nuevo año solar. Las mujeres celebrarían la "bona dea" y se disfrazarían insinuantes para seducir a cuantos más hombres mejor...

Un gélido vientecillo le penetró en los huesos. La realidad le golpeó de nuevo con ese maldito monte, cobijo de vetones rebeldes que debía desmantelar a través de una vía que uniera Caurium (Coria) con Citat (Ciudad Rodrigo)... Pero esos devenires aún están por pasar....

LABERINTO DE FORTUNAS

Metroqué?...
Zapeando una tarde me encuentro, de buenas a primeras, frente a un efusivo programa de televisión. De esos que están en la ola. De esos que no dejan de retransmitirnos imágenes de cierta yet-set social. En sus más paganos momentos, cuando van a llevar a sus retoños al cole y aparecen en la escena pública recién caídos del nido. Ya saben ustedes a lo que me refiero: ojeras, cara de sueño, desorientación, mal humor, apatía, etc... La tertulia -en el programa- distendía entre tediosos encontronazos dialécticos de mediocre verborrea a cerca de un tema. Mejor dicho, acerca del tema. La espectral igualdad entre sexos que los nuevos tiempos pretenden vendernos como si de una moto se tratara. Unos gritaban a los otros - facción feminista- ¡Si podemos tener hijos y llevar una casa, podemos ser iguales a los hombres salvo en la fuerza física que sustituiremos por maña! Otros ahora no dejaban terminar -facción machista- ¡Nunca seremos iguales!¡Para eso tenéis que subir la bombana de butano, llena, solitas!
En fin, a punto de seguir con mi zapping, e in extremis me sobrecogió una palabra que sonó de fondo. No sé qué contertulio la esbozó pero realmente me dejó sobrecogido en mi sillón. Me sentí como ajeno y extraño en el mundo en el que vivo. Metrosexual. ¿Metroqué? Sí, han leído bien, metrosexual. Sin dar crédito y, como les escribo, al tiempo que asimilaba la palabrita intentaba deducir su significado a través de la conversación y parecía ser que un metro, de estos, es un hombre "sexualmente escribiendo" excesivamente refinado (cómo un noble romano vamos...). Casi como una mujer. Casi como un homosexual auténtico salvo, y aquí es dónde radica la diferencia con los últimos, en que tiene una tendencia sexual netamente heterosexual. Es decir, como si se lo estuviera contando a mis vecinas, que un metro se depila. Pues eso, lo que le apetece. Utiliza perfumes, cremas, potes, sales, hace mucho deporte, cuida su peso, mima su estética. Se viste de una forma especial. Conjuntadito. Con las últimas tendencias tanto en calzado, como en colores, como en formas, complementos, etcétera... Les gusta ser unos padres modelos, comprensivos, con mucho tiempo para su familia y además comprenden a las féminas -de las cuales me siento un ferviente seguidor, dicho sea de paso- en sus más sentidos y delicados sentimientos. Y por ello, por todo ello, a algún colectivo de chicas se les ha ocurrido afirmar que son el prototipo de hombre ideal. De la muerte. Cuando comprendí el término metrosexual un ligero escalofrío me bajó por la rabadilla. ¡Ostias! De repente se me pasó por la cabeza la figura de mi padre, de mi abuelo y de muchos otros machotes ibéricos cuasidomados que forman parte de este mundo imperfecto. Imperfecto y desordenado pero humano al fin y al cabo. Hombres rudos, sudoríferos, de mente ligera, de formas duras, de nobles almas, pero muy lejos de este complejo y preparado competidor al que llaman metronosequé...
¿ Es que un machote ibérico no es hombre digno porque no se mueve de su sofá (ora dormido, ora medio viendo algo en TV) porque siempre parece absorto de los que haceres diarios para con los hijos? ¡Claro! Un metro se implica e incluso lleva la iniciativa. No deja la ducha llena de pelillos ni las mamparas salpicadas de agua con pequeños suspiros de jabón. La toalla la sacude después de usarla. La airea, a posteriori, la tiende a secar. ¿ Es que a un ibérico no se le ocurriría algo tan fácil? Pues sí, si supiera dónde leñes hacer todo ese ritual. A un macho ibérico no le saques del terreno que conoce dentro de su propio hogar. ¡No, no, no! Es decir el baño, y la parte del salòn donde la perspectiva es mejor para disfrutar de un partidito de la Champions league. Es que un metro nunca tiene halitosis y, además, nunca pincha al besar. Siempre va inmaculado, perfumadito de agua de rosas y preparado en cualquier momento para cumplir con su señora. El macho ibérico no tiene tiempo para lavarse los dientes. Le duelen las encías incluso cuando alguna rara vez lo ha probado y, para hacer el amor, el ibérico debe emplearse a fondo con la higiene. ¡La faltilla de costumbre!
Señora, aún viendo que tener un metro en su vida sólo tiene que ventajas yo optaré, de momento, por seguir apoyando a esos ibéricos cuasidomados con los que no es que me sienta identificado pero sí más cercano. No olvidemos que aunque estos tiempos vienen muy "modernos" presionando, hay cosas que nunca cambiarán. Como los machos ibéricos. Estoy seguro, que un gran metro, en lo más profundo de su corazón, en algunos determinados momentos desearía ser, porque se siente, un buen macho ibérico...¿Es una nueva especie en extinción?... El tiempo nos dará la razón.